Hiperreal, Alex Katz y Picasso y Chanel:
2022 en el Museo Thyssen
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Salvador Dalí
Les roses sanglantes, 1930
Óleo sobre lienzo, 61 x 50 cm
Colección de Arte ABANCA
© Salvador Dalí, Fundación Gala-Salvador Dalí / VEGAP, Madrid
El museo presenta una selección de trece obras de la Colección de Arte ABANCA en torno al surrealismo. La muestra abarca un arco cronológico que se extiende desde 1923 hasta 1976 con obras de Dalí, Max Ernst, Miró, Dalío Matta, entre otros. La instalación arranca con una pintura de Giorgio de Chirico, precursor del movimiento, y un óleo de Max Ernst inspirado en los paisajes metafísicos del artista italiano. Continúa en los años 1930, cuando Miró radicaliza su lenguaje pictórico y concentra los medios expresivos hasta llegar a su estilo maduro más característico, también presente en la muestra con un lienzo de 1976
Dalí y el surrealismo en la Colección de Arte ABANCA
.Una litografía de Maruja Mallo sobre juegos infantiles populares, dos espectaculares paisajes oníricos de Dalí y dos obras del tinerfeño Óscar Domínguez completan la década. La exposición termina con una selección de piezas realizadas tras la Segunda Guerra Mundial en las que Matta, Wilfredo Lam y Eugenio Granell tratan de poner las bases de una mitología moderna.
La Colección de Arte ABANCA ya estuvo presente en las salas del museo en 2015 con una muestra dedicada a Picasso y el cubismo. Iniciada a mediados de los años 1990 fruto del interés por conservar y divulgar obras de artistas gallegos, la Colección de Arte ABANCA se ha ido ampliando con la compra de piezas de ámbito español e internacional y hoy en día cuenta con más de 1.300 obras de unos 200 artistas, entre los que se encuentran figuras del renombre de Picasso, Braque, Léger, Miró, Dalí, Kandinsky, Tàpies, Chillida o Barceló.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta Picasso/Lautrec, la primera exposición monográfica dedicada a la comparación de estos dos grandes maestros de la modernidad. Aunque su relación artística ha sido reiteradamente establecida por la literatura y la crítica contemporánea esta es la primera vez que se confronta la obra de ambos en una muestra.
Exposición Picasso/Lautrec
La exposición plantea además nuevos puntos de vista de esta apasionante relación, pues no se limita al tópico del joven Picasso admirador de Lautrec en Barcelona y sus primeros años en París, sino que ha rastreado la pervivencia de esa huella a lo largo de la dilatada trayectoria del artista español, abarcando también su periodo final.Comisariada por el profesor Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, y Paloma Alarcó, jefe de conservación de Pintura Moderna del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Picasso/Lautrec reúne más de un centenar de obras, procedentes de unas sesenta colecciones públicas y privadas de todo el mundo, organizadas en torno a los temas que interesaron a ambos artistas: los retratos caricaturescos, el mundo nocturno de los cafés, cabarets, teatros, la cruda realidad de los seres marginales, el espectáculo del circo o el universo erótico de los burdeles
Henri de Toulouse-Lautrec
(Albi, 1864-Château Malromé, Saint-André-du-Bois, 1901) y Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973) nunca se conocieron. Cuando Picasso visitó París por primera vez, en octubre de 1900, Lautrec ya estaba muy enfermo y moriría prematuramente un año después. Sin embargo, la obra radical de Lautrec, su modo de percibir la modernidad, produjo un impacto muy potente en el joven Picasso. A través de él descubrió el pluralismo de la sociedad moderna que condicionó su manera de entender el arte.
La carrera artística de Lautrec apenas duró quince años, la de Picasso sin embargo más de siete décadas. Los dos fueron genios artísticos desde la infancia, se sintieron atraídos por París en su juventud, rechazaron la enseñanza académica que les impusieron y ambos bebieron sucesivamente en muy parecidas fuentes históricas, como por ejemplo las de los franceses Ingres o Degas, o también la de El Greco. Pero sobre todo, el dominio del dibujo sería una de las claves que daría sentido a la obra de ambos. Tanto Lautrec como Picasso dibujaron compulsivamente toda su vida, tenían una predisposición especial para la línea y la caricatura y, desde muy jóvenes, rellenaron con extraordinaria destreza centenares de cuadernos con sus dibujos.
Picasso
Joven caballero en un paisaje muestra uno de los primeros ejemplos de retrato de cuerpo entero de la pintura europea. Esta obra de Carpaccio, firmada y fechada en el cartellino a la derecha, estuvo atribuida hasta 1919 a Durero. En cuanto a la identidad del personaje existen numerosas hipótesis. La divisa Malo mori quam foedari (antes morir que contaminarse) que aparece junto al armiño podría indicar que se trata de un caballero de la orden del Armiño. Sin embargo, la tesis generalmente más aceptada es la identificación del personaje con Francesco Maria della Rovere, III duque de Urbino. El paisaje en el que aparece el joven, con armadura y a punto de desenvainar la espada, es tan inquietante como él, pues describe con gran minuciosidad ejemplos de la flora y la fauna alusivos al bien y al mal.
EA
Joven caballero en un paisaje es una de las obras más conocidas de la colección Thyssen-Bornemisza. El lienzo está firmado y fechado en el cartellino que aparece prendido de una rama a nuestra derecha: «VICTOR CARPATHIUS / FINXIT / M.D.X.». En el lado opuesto aparece otra inscripción entre la vegetación: «MALO MORI / QUAM / FOEDARI». La obra procede de la colección Vernon-Wentworth en Yorkshire, donde permaneció hasta 1919. Durante el siglo pasado estuvo atribuida a Durero, debido a que en la superficie figuraba el monograma falso de este artista alemán y a que los cartelinos con las dos inscripciones estaban ocultos por repintes. Seguramente en la atribución del cuadro a Durero tendría mucho que ver la minuciosidad con que están detalladas la flora y la fauna del paisaje. El monograma postizo se retiró cuando el lienzo fue propiedad del marchante londinense Sully.
Vasari, en su Vidas, dedica a «Vittore Scarpaccia» pocas líneas, compartiendo capítulo con otros pintores activos en el norte de Italia. De Carpaccio tan sólo menciona dos obras: el ciclo de santa Úrsula, pintado para la Scuola de la santa, hoy en la Galleria dell’Accademia de Venecia, y una tabla con san Ambrosio para los frailes Menores, atribuida por Vasari, por error, al pintor veneciano y del que reconocía que sin ser uno «de los grandes y altos genios, sí era diestro y experto maestro». Respecto a la identidad del personaje, la primera que se le dio fue la de san Eustaquio, título con el que figuró el cuadro en el catálogo de la subasta celebrada en Christie’s en noviembre de 1919, en la que, pese a que las inscripciones seguían tapadas por los repintes, el lienzo se atribuyó correctamente a Carpaccio. La base para la identificación con este santo, popular en Francia y Alemania, se hallaba en el ciervo que aparece junto al lago (recuérdese que entre los atributos de este bienaventurado se encuentra la cabeza de un ciervo cruciforme). Posteriormente la obra pasó a la colección del americano Otto H.Kahn, siendo adquirida en 1935 por el barón Heinrich Thyssen- Bornemisza.
En 1958, y dado el estado en que se encontraba, el lienzo tuvo que ser intervenido, descubriéndose entonces durante el proceso de limpieza las inscripciones con la firma, fecha y leyenda. La documentación fotográfica del óleo, antes y después de la restauración, fue publicada por Lauts en su monografía sobre el artista de 1962. En cuanto a los intentos que se han hecho para desvelar la identidad de este joven caballero armado han sido hasta el momento poco fructíferos. Helen Comstock propuso a un miembro de la orden del Armiño. La divisa Malo mori quam foedari(Antes morir que contaminarse) era, en efecto, la de la orden del Armiño, y junto al cartellino que la ostenta en el cuadro puede verse una imagen del animal. En 1983, Agathe Rona retomó esa línea, proponiendo como modelo a Fernando II de Aragón, ya que la orden del Armiño había estado vinculada a la rama napolitana de la casa de Aragón. Sin embargo, en 1963, Weiss identificó al retratado, en el catálogo de la exposición monográfica dedicada al pintor en Venecia, como el tercer duque de Urbino, Francesco Maria della Rovere. Esta tesis, que ha sido la más generalmente aceptada, sería desarrollada posteriormente por Rosenbaum, quien puso a Francesco Maria en correlación con el paisaje a través de la lectura simbólica de varios de sus componentes. De todos modos esta identificación está lejos de ser concluyente. Otros estudios han identificado al joven de muy diversas maneras: un príncipe de la casa de Habsburgo, Antonio de Montefeltro (considerándolo un retrato póstumo), un militar alemán al servicio de la Señoría, o Rolando de Ragusa. Por su parte, Venturi interpreta el cuadro como resultado de una fantasía caballeresca. En el caso de que se trate, efectivamente, de un retrato, nos hallaríamos ante el primer ejemplo conocido en el que el cliente posa de cuerpo entero. La teoría que se ha barajado para explicar este nuevo formato es que tal vez nuestra pintura se trate del retrato póstumo de un guerrero, encajando, de esta manera, la figura con el tipo de imágenes funerarias adoptadas en estos casos. En cuanto al paisaje que acompaña a este enigmático joven resulta tan inquietante y misterioso como él, ya que en su superficie se contraponen en la flora y en la fauna signos alusivos al bien y al mal, a la pureza y a la corrupción.
Mar Borobia
https://www.museothyssen.org/coleccion/artistas/carpaccio-vittore/joven-caballero-paisaje
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